Arquitectura: Cruz y Ortiz Arquitectos Ubicación: Hobbemastraat 22-24, Amsterdam. Holanda. Colaboradores: Thomas Offermans, Marta Pelegrin, Joaquín Pérez, Tirma Reventos, Iko Mennenga, Juan Carlos Mulero, Miguel Velasco, Luis Gutiérrez, Mónica del Arenal, Rocío Peinado. Estructura: Aronsohn raadgevende ingenieurs BV Rótterdam Paisajismo: Copijn Landschapsarchitecten BV Utrecht Arquitectos Locales: HMADP-architecten BV Amsterdam Fotografía: Duccio Malagamba y Luuk Kramer
Sin que eso haya sido una elección, a menudo hemos tenido que actuar sobre edificios existentes o bien, hemos debido insertar nuevas edificaciones en entornos históricos comprometidos. En el caso del Atelier Building nos enfrentamos simultáneamente a ambas situaciones. Nuestro método ha seguido siendo el mismo, el no utilizar la yuxtaposición o el contraste como único mecanismo – una forma muy común de abordar este problema – sino fundir la nueva arquitectura con la existente, con el propósito de obtener una entidad distinta y hacer que esta surja con la mayor naturalidad posible.
Por supuesto, en su momento pensamos en transferir al Atelier Building algunas de las características formales o utilizar los mismos materiales a emplear en las otras intervenciones de nueva planta que complementarán al Rijksmuseum. Dicho de otro modo, sufrimos la tentación de extender “nuestro sello” más allá del museo hasta el otro lado de Hobbemastraat. Sin embargo, entendimos que el proyecto ofrecía una oportunidad distinta y nos interesó descubrirla.
En resumen, el proyecto se ha generado siguiendo varias líneas: por un lado, incorporar lo que llamábamos “la Villa”, la parte que se ha mantenido del edificio preexistente, el antiguo “Veiligheidinstituut”. De otra parte, siguiendo de forma aproximada las líneas permitidas por la normativa, se ha pretendido crear una silueta muy reconocible que permita identificar al edificio a pesar de la discontinua percepción que de él se tiene desde Museumplein.
Así, finalmente, ha surgido un nuevo edificio de eficacia funcional extrema, “obsesionado” con abrirse a la luz del Norte, que -con la Villa como origen- alcanza finalmente al sur Honthorststraat con una fachada suficientemente significativa.
Pero todo ello exige una explicación más detallada.
El Atelier Building: Un edificio instrumental
El Atelier Building, el edificio que alberga los talleres de restauración, es una pieza importante dentro de la operación total de renovación del Rijksmuseum de Ámsterdam. Dado que el edificio principal del Museo va a ser dedicado exclusivamente a exponer la colección, ha sido necesario encontrar otra ubicación para todos los otros usos que antes albergaba. De esta necesidad se deriva la construcción del Atelier Building, un edificio con un uso muy especializado que alberga los diversos talleres de restauración del museo, desde pintura a mobiliario, desde tejidos a modelos de barcos, desde la obra sobre papel a los objetos de plata o porcelana.
Además de los talleres del Rijksmuseum, el edificio alberga también talleres del ICN (Instituto Holandés de Conservación del Patrimonio) e incluso dependencias de la Universidad de Ámsterdam dedicadas a la enseñanza de las distintas técnicas de restauración.
En resumen, un programa complejo y muy exigente, que exige grandes medidas de seguridad y una alta especialización de los distintos departamentos con diversas necesidades de clima o iluminación artificial. La iluminación natural, en cambio, era obligada: luz del norte en todas y cada una de las dependencias, uno de los factores que más ha contribuido a dar forma final al edificio.
Dentro de toda la operación New Rijksmuseum, el Atelier Building constituye una de las piezas de nueva planta a construir al margen del edificio principal, junto a otras dos intervenciones, el nuevo Asian Pavilion y el Study Center, éste último en realidad un pequeño edificio que concentrará todos los accesos no públicos del Museo. El proyecto de ambos pabellones presenta muchas similitudes, tanto materiales – serán construidos en una misma piedra – como formales, dotados ambos de una cierta libertad caligráfica acorde con su carácter de pabellones – folies – en el jardín.
Durante cierto tiempo acariciamos la idea de convertir el Ateliergebouw en un tercer elemento de la misma familia, lo que permitiría identificar todas las nuevas intervenciones ligadas a la renovación del Rijksmsueum en este sector de la ciudad. Un análisis más completo de las circunstancias concretas del Atelier Building, nos hizo desechar esa actitud para finalmente considerarlo como un proyecto independiente, sometido a las muy particulares influencias de su entorno más inmediato.
Frente al sentido que pudiera haber tenido, el hacer que el Atelier Building obtuviera la forma o el carácter de su pertenencia al complejo de edificios del Museo, se impuso una visión contextual más próxima, optando por integrar el edificio en su manzana, aún a costa de hacerlo así más anónimo.
La situación
El Atelier Building ha sido construido en una parcela vecina a la del propio Museo, al otro lado de Hobbemastraat. Dentro de la manzana, el solar daba fachada a dos calles, al norte a Hobbemastraat y al sur a Honthorstraat y aparecía rodeado por otros edificios, todos ellos autónomos y todos ellos construidos en ladrillo: al Oeste, la Manheimer Villa, un edificio de carácter residencial que alberga la dirección y la administración del Museo y dos edificios más banales de fecha reciente destinados a oficinas. Al Este se sitúa un gran edificio de finales de siglo XIX, la Zuiderbad, realmente la primera piscina pública de Amsterdam y aún más, otro edificio de la misma época que alberga un antiguo parque de bomberos. Con excepción de los edificios de oficinas, todos los demás gozan de diversos grados de protección monumental y este hecho tendrá su importancia a la hora de definir el volumen del nuevo proyecto. De hecho, un aspecto más de la compleja normativa que nos afectaba consistía en mantener la visión del lateral de la Zuiderbad desde el Museumplein.
La organización del nuevo edificio
Como ha quedado señalado, una norma exigía mantener la visión del edificio de la piscina (Zuiderbad) desde el Museumplein. Fue una exigencia que aceptamos complacidos no tanto porque esa visión – lateral y trasera – fuera de real importancia, cuanto porque ello obligaba a subdividir el nuevo cuerpo de edificación en dos, seguramente no lo mejor para el funcionamiento del edificio, pero sí para obtener dos volúmenes más pequeños, más próximos en sus dimensiones a los otros que ocupan la manzana, facilitando así la inclusión del edificio en su entorno.
Así, el nuevo conjunto queda subdividido en tres partes, la primera la Villa hacia Hobbesmastraat, la parte que se conserva del edificio primitivo, y a continuación los dos nuevos volúmenes, el segundo de los cuales alcanza ya Honthorstraat hacia el sur. Todo ello unido por las plantas inferiores y los sótanos que incluso quedan conectados a través de un túnel con los almacenes del Museo al otro lado de Hobbemastraat.
Sobre esas plantas de sótano, la planta baja recorre el edificio desde el acceso principal que coincide con el del primitivo Veiligheidsinstituut. El edificio de la Villa concentra los usos más públicos, las oficinas, las salas de reuniones y, bajo la cubierta, la cantina para todos los empleados del museo.
Entre la Villa y la nueva edificación – es decir, entre la arquitectura existente y la nueva – se abre un espacio de transición, un vestíbulo de doble altura iluminado cenitalmente y a partir de ese punto sucesivos filtros de seguridad impiden el acceso a todo aquel que no este autorizado. La planta baja recorre todo el edificio y al Sur, hacia Honthorstraat, se abre la zona de carga y descarga de mercancías. El eje de circulación longitudinal se va conectando a escaleras y ascensores, alguno de ellos de gran tamaño. En la zona entre los dos nuevos cuerpos de edificación, donde se recupera la iluminación cenital, se sitúa una zona de descanso para los empleados.
En las plantas superiores de los dos nuevos cuerpos de edificación se concentran una gran variedad de talleres, a partir de un corredor que al estar en posición excéntrica, permite obtener profundidades diferentes. Las plantas altas – con luz cenital de nuevo – quedan reservadas para los talleres de restauración de pintura.
El material, lo nuevo y lo antiguo, la luz del Norte, el perfil del edificio.
De aquella primera decisión de entender el Atelier Building como un edificio independiente del resto del complejo del Museo y por tanto como un problema en sí mismo, surgieron con naturalidad las decisiones siguientes, dentro de la manera que hemos elegido– nada exacta pero deseablemente didáctica – de explicar el proceso de dar forma al edificio como una sucesión de decisiones encadenadas.
Así, el volumen quedó subdividido en tres, de dimensiones análogas a los de los otros edificios vecinos. Si esos tres volúmenes constituían sin embargo un mismo edificio, el elegir para los dos nuevos cuerpos de edificación el mismo material del ya existente – la Villa, el ladrillo por tanto – se hizo evidente y el deducir de ahí, que lo nuevo tendría que coexistir con lo antiguo evitando cualquier complacencia o en el contraste, fue la conclusión lógica, en este caso más una consecuencia que un apriorismo estilístico como otras veces hemos defendido.
Algo más: la obligada orientación Norte de todas las dependencias se constituye finalmente en el instrumento que acaba de dar forma al edificio. De una parte, a través de la sección, donde no es difícil identificar un solo trazo, que se inicia en la cubierta de la Villa y se prolonga en el atrio de conexión y en los dientes de sierra que llevan la luz norte a las plantas altas. En consecuencia, un perfil quebrado se inicia en la Villa, se prolonga hacia el sur a través de los dientes de sierra de la cubierta, baja y sube, hasta alcanzar Houthorstraat, donde el edificio presenta una fachada no por trasera menos significativa. De manera un tanto automática, las varias fachadas norte y sur de la nueva edificación aparecen revestidas del zinc de las cubiertas (una Estación de Basilea pudorosa o embozada).
Se ha pretendido así dotar de unidad a un edificio de volumen fragmentado y hacer de su silueta un gesto fácil de reconocer, dado que su percepción, entre los otros edificios que completan el perímetro de la manzana, se hace obligadamente discontinua. A la voluntad de dotar al edificio de intensidad, de hacerlo reconocible en definitiva, se suma el artificio de orientar hacia el norte los huecos de las distintas habitaciones, utilizando el mismo artificio – no demasiado elegante – tantas veces usados en las construcciones playeras para permitir una parcial y un tanto deshonesta visión del mar. Al unificar todas las ventanas de las diferentes plantas por unos grandes marcos de aluminio blanco, se hace al edificio más monolítico, más unitario y más reconocible para quien pueda contemplarlo.
Donde tantas decisiones se han dejado al sentido común – o al realismo – y donde la modestia de la posición en la manzana ha conducido hacia un edificio que acepta un cierto anonimato, la arquitectura puede sin embargo hablar en voz alta. La arquitectura es un arte muy mediatizado y en esa condición, consiste buena parte de su esencia. Mucho de ello quizás se haya dado en este caso: pocas veces en nuestra trayectoria un edificio ha sido acogido con tanto beneplácito por sus usuarios, no precisamente un público fácil. El trabajo de un arquitecto consiste en gran medida en aspirar a ello.